Ese buen lugar para fumar pipa, tomar cerveza y discurrir en los temas trascendentales de la vida.
8.12.06
La hija del tabernero (3ra parte y final)
Así pues, una palabra casi extinta en el vocabulario moderno (por oscuros y malvados designios, que a nadie le quepan dudas) comenzó a golpear mi sien con la misma insistencia de un discurso que tiene por finalidad encender a los corazones patrios.
Feminidad. Tan sencillo como eso. Ese día comprendí cabalmente a que se referían las ancianas cuando comentaban en grupo que la juventud estaba descarriada, que las chicas de mi tiempo no eran como antes, que eran poco femeninas. Enfrente mió estaba una verdadera mujer, aquella para quien el adjetivo se volvía sustantivo, la encarnadota del sueño de todo hombre de bien. Así que la final de todo era algo tan sencillo. El búho seguía escrudiñando el patio en busca de ratones de campo, el mundo continuaba girando y el sol nacería de vuelta luego de alumbrar pálidamente los infiernos, las nubes aparcarían sus navíos entre las cumbres. Continué mirando toda la noche ya que cayó sobre mí la sensación de una profunda melancolía, el saber que el tiempo no se frenaría a mi mando, que ella seguiría su oculta estrella por un camino que no nos es dado ollar.
Destinado a buscar, me invito a salir el suave y rítmico ulular del ave ojuda. Afuera todo era paz, esa que nadie sabe encontrar y que consiste en abandonarse, la humildad del que sabe que todos los caminos conducen a Roma, mientras que uno se esfuerce por llegar a la ciudad de Pedro y Pablo.
Muchas veces cuando expiramos hondo se destapa algo dentro de uno, algo que espera pacientemente a que el alma este predispuesta a buscar sinceros significados, como la vieja canción del soldado que iba a la guerra y pasó su última noche de paz cantando en el sitial de la taberna “…Corazones partidos yo no los quiero, y si doy el mió, lo doy entero...”. A la mayoría de los que escucharon esa suave tonada, solo les quedó esa frase.
27.11.06
La hija del tabernero (2da parte)
Un rato después de que nuestra anfitriona sirviera la mesa, y gracias a las habilidades (léase esa asombrosa capacidad para atizar la vergüenza y hacer el ridículo…) de algunos de los muchachos con los cuales compartía una cerveza, ella se sentó con nosotros a degustar su helada coca cola (porque cuando trabaja no toma alcohol…) Realmente era dueña de una voz melodiosa que armonizaba con unos suaves labios, los cuales se movían con la gracia de una tela remontando la brisa bajo el sol de primavera. Nada en ella, en todo el tiempo que compartimos, dejo entrever algún odio y si lo hubo, estoy seguro que esas palabras murieron antes de recorrer sus cuerdas vocales. Mientras mas la escuchaba, mas sentía que frente a mi se desplegaba el espíritu de algo que a pesar de su apariencia humana, se elevaba del resto del mundo sin conciencia de ello, quedando el resto de los mortales en un mundo helado y sin luz.
Creo que este es la segunda columna: la bondad del corazón, la cual no es la ausencia de odio, sino el poder ahogar al mismo en perdones sinceros y una capacidad de amar a prueba de egoísmos. No creo que nada de lo que he escrito carezca de sentido común por lo cual deduzco que es cierto a menos que me demuestren lo contrario.
El post con menos ganas del mundo…… ronda la apatía con sus larguiruchas y cancinas patas….
20.11.06
La hija del tabernero (1ra parte)
Así pues la discusión fue violentamente interrumpida cuando un par de maxilares dejaron de cumplir su función primaria y quedaron en un estado que advertía claramente que las capacidades volutivas se volvían a un asunto de poderosa primeridad. Es que por detrás del mostrador y bajo el rictus rígido e imperecedero del padre bigotón, la obra maestra de Dios, tal cual debía haber sido en el sexto día, se aproximo a nuestra mesa. De esta forma tan natural como mística, conocimos a una mujer bonita.
Creo conveniente explayarme en el concepto de bonita. En primer lugar el término tiene una cualidad lingüística que denota una inocencia ausente en términos tales como “hermosa”, “rica”, “bombón” u otros de menor calaña y más agresivos en su concepción. Además existen muchas cosas que adquieren relevancia a través de este término como las columnas que sostienen un Partenón, es decir sin las cuales “bonita” pierde toda su relevancia.
La primer columna es obviamente la más fácil de observar y consiste en la gracia física. En ese momento basto una sola mirada para exclamar loas eternamente. Se que no hay un modelo a seguir y para cada hombre varia pero hay un patrón que a pesar de eludir con facilidad a la razón, se deja atrapar con facilidad por los sentidos, sobre todo la vista. Más que un modelo, es la correcta composición lo que vuelve a una mujer bella a los ojos de un hombre y es por esto que causan una especie de sutil rechazo las mujeres que no se conforman nunca con sus cuerpos y que buscan modificaciones que seduzcan a diestra y siniestra, como si fueran alguna salvaje ametralladora de placer visual. Es en este punto donde quiero recalcar que cualquier mujer que vive para seducir a través de su físico no puede pretender algo que se transforma casi en su antonomasia: el respeto. Esa cualidad que engendra admiración y un sincero y saludable amor eterno, lo que hace que un hombre sea capaz de dar gustoso su vida. En cambio la dadora de placer solo podrá engendrar sentimientos pasajeros y deseos oscuros de dominación, de la misma forma que nada se puede construir en una ciénaga.
Estoy seguro que la felicidad se transluce a través del cuerpo, sobre todo en un rostro que ríe con frescura, una nariz que se pliega en su raíz, unos pómulos redondos y rojos como manzanas, unos ojos infinitos; en fin, la naturaleza demostrando una perfección con la que no podemos ni podremos rivalizar.
Ante una mujer bonita, solo nos queda apoyar la cabeza en la palma de una mano y el codo de ese brazo en la mesa, y en esa posición de evidente embobamiento, disfrutar de un espectáculo para el cual fuimos hechos: la gracia femenina.
14.11.06
El árbol Dios (Aldiaur Ainatar)
Si uno sale de la taberna con la intención de movilizar la herrumbrada osamenta, como todo hombre con sentido común, debe partir con las primeras luces del alba si su destino es algún pico de las montañas tras el bosque. Sin duda uno de los mejores días para hacer esto es el siguiente a uno donde la naturaleza se haya apaciguado luego de derramar al cielo sobre la tierra y bramar en forma de luz y truenos.
Es en extremo común (sobre todo si uno se distrae fácilmente o se pone a desmenuzar los problemas de la vida con el cuchillo de la razón y la balanza del sentido común) encontrarse luego de un rato de caminata en algún lugar al cual no se tenían intenciones de llegar al principio del viaje. Si la suerte acompaña, existe la posibilidad de encontrar perdido en el corazón del bosque, un prado enlomado y cubierto de fino pasto. Sin embargo la sorpresa mayor es un árbol en el medio del lugar. Al señalar su ubicación, me refiero a una cualidad visual del paisaje que no es de orden métrica, sino más bien una especie de juego con el que la naturaleza se deleita, y que consiste en recrear la belleza aparentemente caótica, pero que en realidad termina siendo una complejísima distribución reflejo de un acto no atado al tiempo.
Ahora bien, el árbol en cuestión posee algunas cualidades “raras”. Tras recorrerlo con la mirada durante un buen rato, el sentimiento de majestuosidad lo embarga a uno, la vista se regocija en pleno con la monumental y austera figura. Cuando uno se cansa de encontrar tanto detalle deleitable, uno puede descubrir un recoveco de pasto y raíces nudosas y poderosas, conjunto que inevitablemente invita a ser usado a modo de sillón cuya comodidad no tiene nada que envidiar al ningún trono imperial.
En fin, solo basta acomodarse plenamente para disfrutar el simple hecho de que aunque el mundo cambiare de forma, aquellas poderosas raíces no se moverán, su sombra será siempre apacible y su copa seguro refugio. Al final del viaje solo queda la sensación de una indestructible paz, el descanso necesario de la vida en sociedad y un cuerpo renovado gracias a una oportuna siesta mecido por el arrullo de las aves y la suave brisa que remolca navíos de nubes por el cielo azul de una tarde de otoño.
9.11.06
A la vera de una oscura muralla viviente
Un buen trecho antes de la taberna, y si uno viene por el camino que a la misma lleva es muy probable que ante sus ojos se despliegue un panorama por decirlo de algún modo, monumental. Tal vez la sensación no sea agradable, sobre todo al percibir el paisaje que rodea a la taberna, ya que uno descubre todo demencialmente descomunal. Esto es así porque la taberna ha echado raíces en un lugar un tanto inconveniente para el ego: a las puertas de un profundo bosque, el cual a su vez alfombra los pies de dantescas moles de piedra que adoptaron, en tiempos anteriores al invento del recuerdo, el nombre de montañas.
Retomando el tema de la sensación, cuando uno logra sobreponérsele y comienza a indagar acerca de la misma, si es una persona con algún sentido común, comprenderá que ese malestar es el que produce la humildad cuando nos arranca de nosotros mismos y nos postra con la violencia de un pretoriano que sorprende a un súbdito rebelde de pie y enfrente del Cesar. Así pues una simple conjunción de naturaleza y obra humana nos reconfigura para recordarnos lo pequeños y desvalidos que somos, lo sedientos que estamos (aunque no lo admitamos) de una guía celosa que nos vigile para no caer.
Cualquiera puede imaginar como el menos desperezamiento del gigante pétreo sepultará hasta el fin del mundo a la pequeña casita que expele volutas de humo por una chimenea y luz danzante por las ventanas circulares.
Más de una vez he sentido ese tirón en carne propia, lo cual me ha hecho comprender después de pensar un poco en el asunto, que lo que se desplegaba a mis ojos era verdaderamente el hombre y su señorío del mundo. ¡Con que cautela debe moverse el rey del fuego! En vigilia constante, para que las llamas no se apaguen o usen su cuerpo como leña. Lisa y llanamente, somos regentes, del primer al último hombre. Se nos ha dicho: reina, pero cuida mi castillo, porque he de volver.
Todavía queda mas por decir de la casa y el bosque…
8.11.06
La cocina del tabernero y el sitial del trovador
Retomo la idea de recorrer la taberna. Un lugar que sin dudas es amado por todos, es aquel de donde surge la satisfacción para el estomago. Oh!! bienamada cocina de la taberna!! Que dulces manjares cobijas, que sutiles aromas riegas en el atestado comedor!!. A quien no le gusta la sensación de una panza llena, luego de haber ingerido en forma sustanciosa preciados alimentos elaborados por amor al paladar. Esto me recuerda el increíble día del amigo de este año. Dios mió, que cerdo!!! (literalmente). Todo empujado al interior por sudorosas botellas de cerveza que generosas regalaban su contenido tanto al ahogado como al mesurado.
Como en todo hogar que se precie de tal, infaltable es (muy Yoda) la presencia de la parrilla, ese adminículo de cocina poseedor de un extraño efecto gravitacional sobre el cuerpo humano: todos los comensales tienden a acercarse en forma directamente proporcional a la cantidad de hambre que tengan y el tiempo transcurrido desde que la carne cae al hierro hirviente.
El otro espacio al que quiero referirme es aquel donde, si la situación es propicia, algún eventual músico desarrolla su arte entre los presentes. Las historias de traseros pertenecientes a virtuosos músicos que atesora la humilde banqueta de madera oscura y gastado almohadón.
Lo mejor del repertorio de increíbles solistas y bandas, desplegados con respeto y admiración por precisos dedos y poderosas gargantas. Puedo contar con los dedos de una mano a mis amigos que tienen el privilegio de ocupar tan selecta banqueta. Como siempre, lo bueno viene en envase chico (salvo el finado chancho del que ya hable).
Así es, cada vez le tomo más cariño a mi taberna.
Van dos espacios mas
y queda camino por andar :)
7.11.06
Ampliando el concepto de mi taberna :)
En fin, mi taberna comparte algunas de las características de las famosas que he nombrado. Por ejemplo, el caso de la chimenea. La sensación de poder recostarse en algún mullido sillón, a la vera de una calida fogata enmarcada en murallas de piedra hollinada. El recuerdo de poder leer en el silencio y la tranquilidad de una noche fría, rivaliza en magnitud con pocos de los placeres que nos son permitidos de este lado del cielo.
Otra característica de este local es la infaltable cava subterránea con sus bargueños y estantes rebosantes de botellas. Cuantas sonrisas de deleite arranca la visión de una buena cava repleta de vinos y otras bebidas sabrosas a los paladares honestos de mis amigos! No puedo dejar de mencionar al buen whisky, bebida en la cual estoy incursionando, cortesía de un trío de fanáticos del asunto… Imaginando la cava, me parece que voy a tener que agregar un lugar para una pequeña heladerita donde depositar la bebida emblema del siglo XX, la bienamada Coca Cola®. Que poderosa conjunción de hierbas, agua y gas!!
De esta forma queda conformada a grandes rasgos la cava de la taberna, que bien podría ser el lugar donde el vagabundo gusano alado descanse, barriga al suelo, luego de deleitar su lujuria por los tesoros líquidos que esta cueva oscura y húmeda puede brindar.
En el próximo post seguiré hablando de otras cosas acerca de “la Taberna del Dragón errante”.
5.11.06
A modo de introducción
Es así que la idea de crear un blog proviene del gigantesco facto de ser una excelente herramienta para poder gritarle a este mundo lo que se me venga en gana! Mucho poder. Mejor! Jejeje! Así las cosas que circulan en mi cabeza, que bien pueden entrar en la categoría de “pensamientos”, pueden dejarme descansar de vez en cuando si las deposito por acá (al mejor estilo Dumbledore con su pensadero, que en realidad es un recuerdero). Ahora bien, es de una profunda emoción (y responsabilidad) el saber que estos monstruos mentales tiene una capacidad increíble de anidar en mentes ajenas y reproducirse para dar lugar a otros de su especie, por lo tanto procurare depositar solo ideas sustentadas en buenos argumentos y un casi infalible sentido común (intentando copiar, en buen sentido, tanto a Chesterton, como a Tolkien y Lewis).